Cooperativa La Comala

Si, Trabajo nos sobra, empleo es el que demandamos.

Como siempre en tiempo difíciles muchas mujeres nos juntamos para resistir a cualquier embate. María y yo nos conocimos hace muchos años, éramos vecinas en una calle en Usera. Yo era interna y ella camarera de hotel.
A mi llegada a Madrid, era una mujer cercana, muy importante en mi vida de trabajadora interna, al servicio de los cuidados de personas y del hogar. Tiempo después nos organizamos y ahora estamos en “la Comala”.

¿Qué es la Comala?
Pero antes de hablar de la Comala, hablemos del Comal.
El Comal es un tiesto de barro, muy común en Centroamérica y México, muy utilizado para cocinar las tortillas de maíz o arepas como se conocen en Colombia o Venezuela.
La Comala en femenino, donde nosotras volteamos la tortilla o la forma de resistir y contribuir ¿A qué resistimos? Las empleadas de hogar estamos en el régimen General, pero en un sistema especial y la especialidad del Sistema se fija en situaciones injustas como no tener derechos plenos como cualquier trabajadora, salarios precarios.

Trabajo con horarios de 24 horas, no te seguiré contando el rosario de flaquezas para las empleadas de hogar y los cuidados. Para resistir nos organizamos, recuperamos la memoria del trabajo colectivo, estamos en una cooperativa de cuidados. Así, que ofertamos el trabajo, somos nuestras propias jefas y nos abrimos un nicho de empleo, porque el trabajo está. Nos especializamos y estamos conforme con nuestra autonomía.

La Comala es un pueblo donde se hacen los Comales. Se encuentra en México y las mujeres primero amasan el barro, le dan forma redonda y convexa donde luego de secado y horneado sirve para asar las tortillas. Siempre es bueno ir a la raíz y recuperar los saberes ancestrales. Con la llegada del coronavirus a las Europas y aquí en particular, Las Comalas decidimos trabajar, también nos respalda nuestra constitución, somos de cuidado y ahora se trata de echar el hombro.
No queremos el ERTE, claro, después de ver el escenario real preferimos currar. Algo que nos ha sorprendido es que abrirnos un hueco en el mercado justo es una faena titánica, se sabe mucho demanda de cuidados, pero los salarios justos están casi extinguidos. Y claro, los cuidados no pueden andar con regateo, no estamos hablando de terceras o cuartas necesidades, hablamos de cuidado de las vidas de todas las personas
¿Por qué los ayuntamientos no contratan a trabajadoras organizadas en economía social, como las cooperativas? ¿Hay algún compromiso con el gran capital?

Ahora que estamos metidas en la casa no es fácil, me decía mi amiga, si esto sigue así, te juro que me subo por las paredes.
Ella es de Ecuador y tiene sus hijos e hijas allá. La pandemia está al acecho en su ciudad natal.
Me la imaginé con las uñas grandes y clavándolas por las paredes, nos reímos por no llorar o más bien entre la risa y el llanto seguimos las pláticas, rememoramos nuestras experiencias pasadas, no nos queda (de) otra que esperar con calma que pase la cuarentena y todo lo que venga, esto apenas empieza.
Creo que nos da fuerza por todo lo que hemos pasado, detenernos y mirar con distancia todo lo que hemos hecho o construido y sabemos hacer.
La migración tiene lo suyo, dejamos una parte de nuestra vida e historia en el país de origen, solo cargamos nuestra propia cartografía corpórea, estamos hechas de historias propias y ajenas, eso nos hace sobrevivir al golpe que nos da el coronavirus.
Las historias propias y las ajenas son de resistencia y resiliencia ante las diferentes adversidades y perversidades como las violencias machistas, gubernamentales y/o institucionales, legales, culturales, económicas, racistas, capitalistas y patriarcales.

No podemos competir con agencias de intermediación con capitales desorbitados, donde a sus trabajadoras, la mayoría migradas, les pagan hasta 5 euros la hora. Es como si dignificar el empleo del hogar fuera un trabajo y no un derecho. Entonces puede ser que hay una carencia de cuidado conectado al descuido y explotación del servicio de cuidado.
Este es una cuestión de injusticia social, no se puede seguir creyendo que, por ser mujeres somos cuidadoras o que vayamos a suplir la ley de dependencia que es obligación del estado. A las mujeres siempre nos dejan en una periferia legal y de derechos humanos.
El coronavirus nos muestra el camino por donde podemos ir. No perdemos la libertad o la independencia con el confinamiento, lo que podemos perder es la vida si no, nos juntamos y hacemos las cosas bien.
Cuando buscas a alguien para cuidar a tu madre, tu padre, tus hijos e hijas y tu casa, ¿que esperas?
Nosotras somos prácticas y coherentes. Te cuido como me gustaría que me cuiden a mí.